Casos de Estudio 006:

Kamikazes

El último acto

El origen Divino de los hijos del cielo

Según las creencias japonesas dos dioses descansaban sobre el océano, cuando uno de ellos arrojó una lanza de plata, las gotas que produjo formaron las islas de Japón. Posteriormente un nieto de la Diosa del Sol Amaterasu bajó a habitar estas tierras, y el nieto de éste se convirtió en el primer emperador del Japón. Así pues, Hiroito el Emperador del Japón, era considerado una deidad.

Un claro antecedente de los kamikazes: los 47 ronin

Cuando un samurai quedaba sin su señor, se convertía en un ronin, es decir, un samurai sin dueño. Es así que cuando el barón Asano fue obligado a hacerse el seppuku por su enemigo el barón Kira, sus 47 samurai se convirtieron en ronin. De acuerdo al código bushido (el código del guerrero) la muerte de su amo debería ser vengada. Para lograrlo, estos 47 guerreros al mando de Oishi Kuranosuke, renunciaron a su calidad de guerreros, se dispersaron y se convirtieron en comerciantes, algo deshonroso para un samurai. El objetivo era alejar las sospechas del barón Kira. Fue así que éste, al ver la degradación de los antiguos samurai se sintió tranquilo hasta que el 14 de diciembre de 1702, más de un año después de la muerte del barón Asano, pudieron atacar a su enemigo, el cual estaba custodiado por 200 guerreros. Lograron vencer la resistencia y encontrar al barón Kira, el cual se había escondido asustado y fue decapitado por Oishi ya que se negó a cometer seppuku salvando de esa forma su honor. Habiendo cumplido son el mandato del bushido, los 47 ronin no intentaron escapar, sino que simplemente esperaron que llegaran las autoridades para entregarse, pues de acuerdo a las leyes del momento, no habían cometido crimen, sino que habían obrado en lealtad a su señor. Sin embargo el sogún decidió ofrecerle a los 47 ronin el honor de morir como samurais. Así fue que los 47 guerreros cometieron seppuku y sus cuerpos fueron enterrados junto al del amo al que habían honrado. Esta historia inspiraría a muchos japoneses a ofrendar sus vidas en pos de un ideal, al igual que la más reciente del conflicto chino-japonés en 1932, la de los “Bombarderos de Bambú” oportunamente mencionada en otro artículo de este mismo caso de estudio.

Ichioku gyukusai: “Morir combatiendo los 100 millones”

En los últimos meses de la guerra, cuando ya todo estaba perdido, los militaristas seguían alentando la idea del Ichioky gyukusai, es decir, que cada japonés, hombre, mujer o niño, enfrentara al invasor armado con lanzas de bambú, en lo que hubiera sido un masivo seppuku nacional.

El general Anami, Ministro de la Guerra, declaró que el pueblo japonés se debía preparar para una lucha final contra el enemigo en el propio suelo japonés, con el fin de derrotar al invasor. “Debemos seguir luchando... aunque nos veamos obligados a comer hierba, roer arena y dormir en las colinas...” . Alentaba a su pueblo a la búsqueda de un Tennozan... y “la victoria en los últimos cinco minutos” se había convertido en un lema.

Tennozan: la batalla decisiva

En 1582 en la batalla de Tennozan un líder feudal había apostado la totalidad de la guerra que libraba por la supremacía nacional al resultado de un solo enfrentamiento. Por eso los japoneses buscaban siempre una batalla decisiva o Tennozan (por ejemplo en Leyte, Iwo Jima y Okinawa) en la cual arriesgarían todo en un solo encuentro con el enemigo.

Todo para evitar la invasión: Operación Olímpica y Operación Coronet

La proyectada invasión estadounidense a la isla de Kyushu esperaba encontrar inicialmente la resistencia de 420.000 japoneses, pero luego la estimación ascendió a 680.000 japoneses. (En la realidad, en el momento de la rendición de Japón había en la isla de Kyushu 735.000 japoneses)

La Operación Olímpica estaría a cargo del VI Ejército, al mando del general Walter Krueger y formado por 650.000 soldados (800.000 en total si se cuentan las unidades de la aviación y otras subordinadas), y en caso de haberse llevado a cabo, hubiera sobrepasado en medios a la invasión de Normandía en 1944. Este nuevo día D tendría lugar el 1º de noviembre de 1945 pero con desembarcos previos en otras islas menores desde el 27 de octubre.

Estos medios de asalto serían llevados hasta sus objetivos por numerosas flotas de transporte y serían escoltados por flotas navales y aéreas sin precedentes.

Operación Olímpica y Coronet

El mando japonés supuso correctamente los lugares donde los estadounidenses atacarían, y además de las tropas terrestres, tenían en la zona la escalofriante cifra de 3.000 aviones kamikazes -estos 3.000 solamente en la zona de Kyushu-, docenas de kaiten en las costas, lanchas suicidas shinyo, submarinos suicidas koryu (cinco tripulantes) y kairyu (dos tripulantes), reclutas del Ejército entrenados para autoinmolarse con cargas explosivas contra tanques enemigos, granjeros y mujeres armados con lanzas de bambú y lanzas medievales naginata, y hasta nadadores con minas atadas a la espalda: los fukuyuru. En el momento de la rendición los japoneses tenían 1.600.000 hombres en las islas metropolitanas... y de acuerdo a sus planes esperaban contar con tres soldados japoneses por cada estadounidense desembarcado... y poder destruir a la cuarta parte de la fuerza invasora antes de tocar el suelo nipón y otra cuarta parte ya en las mismas playas de desembarco.

La Operación Coronet comenzaría a principios de 1946 y estaría a cargo del VIII Ejército, siendo su objetivo el propio corazón del imperio japonés, las llanuras de Kanto, cerca de Tokio.

Finalmente la rendición del Japón abortó estas complejas operaciones y dio lugar a otra: la Operación Lista Negra, es decir la ocupación militar del Japón en caso de rendición.

Las palabras del Emperador evitan una tragedia

Fue una suerte para el mundo, que cuando los militaristas japoneses aún querían continuar la guerra -a pesar de las explosiones atómicas y de la declaración de guerra de la URSS-, en una conferencia imperial, el Emperador dejara a un lado su figura representativa y tomara cartas en el asunto: “...es imposible continuar la guerra”... “Si no damos la guerra por finalizada, nuestra nación será destruida; pero si una parte de ella se conserva, sobre la misma colocaremos los cimientos que nos permitirán reconstruir el Imperio.”

“Ha llegado el momento de tolerar lo intolerable”. Con estas palabras el Emperador Hiroito traía el recuerdo de las de su abuelo, el Emperador Meiji, que dijo a su pueblo que “debían soportar lo insoportable”, cuando presionado por Rusia, Francia y Alemania se vio obligado a abandonar parte de los nuevos territorios ganados a los chinos en la guerra de 1894-1895. De esta forma el espíritu de sacrificio y abnegación de los japoneses sería empleado en la reconstrucción de su propia patria.

Mujeres japonesas armadas con lanzas de bambú siendo adiestradas para rechazar al invasor

Pero los militares quieren continuar la guerra...

A pesar de que el Emperador se había expresado, algunos seguidores de Tojo trataron de encontrar la cinta con las palabras de Hiroito en la cual anunciaba al pueblo la rendición, para evitar que fuera difundida. Tropas leales rechazaron a los insurrectos y el 15 de agosto la voz del Emperador, anunció por radio su voluntad.

El último intento de los militares japoneses de continuar la guerra, y que nos interesa en este caso de estudio, incluía un acto kamikaze para matar a Mc Arthur durante la misma ceremonia de rendición. Este terrible acto (por sus consecuencias) estaría a cargo de los pilotos del almirante Onishi. La oportuna intervención del Ministro de Asuntos Exteriores Mamoru Shigemitsu permitió que el príncipe Takamatsu (hermano de Hiroito) convenciera a los pilotos kamikaze de la Marina Imperial de dejar sin efecto semejante medida. Apeló para ello al sentido de fidelidad que la Marina Imperial siempre tuvo para con el Emperador.

Finalmente la ocupación del Japón (Operación Lista Negra) se desarrolló sin incidentes, a pesar de la cantidad de armamento de que aún disponían los japoneses, mucho del mismo oculto en las colinas del territorio. El motivo de este ahorro de mayores sufrimientos fue que el Emperador se había pronunciado, y sus súbditos le obedecieron.

Gabriel Mansilla
gabman@adinet.com.uy

Bibliografía:

Gary Gordon, “Esplendor y caída del imperio japonés”, Ediciones G.P., Barcelona, 1967

Karen Severns, “Hiroito”, Colección “Los grandes líderes del siglo XX”, Editorial Tiempo Cultural S. A., Argentina,1991

“La Segunda Guerra Mundial” (Tomo XI), Editorial CODEX S.A., 1966

A.J. Barker, “Armas suicidas”, Editorial San Martín, España, 1975

Frank Kelley y Cornelius Ryan, “Mc Arthur: Hombre de acción”, Editor Medina del Río, Buenos Aires, 1951

“La Segunda Guerra Mundial”, Volumen 72: “Japón en la guerra II”, Time-Life, Folio, 1995

 

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